De acuerdo a la mitología salvadoreña, el Cipitío era el hijo de la Siguanaba, la cual era conocida como Sihuehuet (que significa mujer hermosa). Cuenta la leyenda que esta mujer tenía una relación con el dios Sol, de la cual nació el Cipitío. Sin embargo la mujer traicionó de forma infiel al dios Sol, con el dios Lucero de la Mañana, por lo que el dios Tlaloc (el dios de dioses) condenó tanto a la madre como al hijo .
A la madre la condenó a ser una mujer errante y al niño a nunca crecer y conservarse por siempre en la edad de diez años. Esta mujer vaga errante por los ríos y se aparece a los hombres como una mujer bonita, pero después cuando se le acercan y la ven de frente, se convierte en una mujer fea que puede tocarlos hasta dejarlos locos para siempre.
El Cipitío fue maldecido a quedarse como un niño para siempre, aunque pasen los siglos. Cuentan que hace algunos años, cuando nuestros abuelos eran jóvenes era mas común encontrar las huellas de un niño en las cenizas de la leña de la cocina, cualquiera pudiera pensar que es una travesura, pero… quizá no lo era, a el Cipitío le encanta comer mucha ceniza y revolcarse en ella.